Siempre me ha resultado difícil sentarme delante de un papel en blanco preparada para llenarlo con tantas y tantas cosas que se me vienen a la cabeza con Santiago: mis raíces, mi ciudad de nacimiento, mis años de infancia y juventud, mi familia, parte de una vida, mis amigos, la historia, el arte y la cultura de una ciudad referente mundial y con un patrimonio grandioso, y sobre todo, mi vinculación con el Camino, con la peregrinación, con el Apóstol Santiago, con La Orden del Camino de Santiago y todo lo que ella significa en mi vida y en la de los míos.
Dos o tres veces cada año nos trasladamos a esta ciudad grandiosa donde cada pisada o cada movimiento tiene un significado y un porqué, donde cada paso o cada rincón tiene una historia y desborda a raudales siglos y siglos de referente a nivel mundial, y cada año que pasa, más ilusión y más agitación cuando se acercan las fechas y piso de nuevo suelo santiagués. Se me ponen los bellos de punta, escalofríos y emociones, cruce de tantos sentimientos y tantos recuerdos dentro del libro de mi vida.
Es una ciudad apasionante y digna de visitar y disfrutar en silencio con atención y sin prisa, de cada piedra emana una parte de nuestra historia, tiembla cada edificio, cada estructura, proyectando esa grandiosidad y majestuosidad digna de los dioses griegos y romanos. Es una clara fuente de inspiración en todos los sentidos y llena de tradiciones, con un potencial turístico impresionante y abrumador y que recibe en todas las épocas del año a millares de personas, miles y miles de peregrinos y turistas, visitantes de todas las partes del mundo que llegan absolutamente prendados a cada paso y que no se van sin el abrazo al Apóstol, que es un clásico y una necesidad absoluta.
En todo el centro histórico de la ciudad se concentra todo el interés máximo, complementado con una exquisita gastronomía que no tiene desperdicio, porque todo está rico, y complicado no probarlo todo. Este año se ha procedido nuevamente a la apertura de la Puerta Santa y año jubileo ampliado inteligentemente al año 2022, con motivo de la situación de la pandemia.
Es un lugar de peregrinación donde la fe mueve montañas y donde cada persona, cada peregrino, se encuentra consigo mismo y reflexiona con su interior. En mi caso, vuelvo a nacer cada vez que vuelvo, porque se despiertan todos los inmensos y ricos recuerdos de tantos y tantos momentos buenos y porque es un orgullo y una satisfacción representar La Orden del Camino de Santiago en Andalucía y proyectar Santiago, El Camino y todo lo que me mueve el espíritu y el alma, todo lo que me sale de los más profundo.
Un lugar de unión, de peregrinación, de encuentros con uno mismo y con los demás, de experiencias nuevas, de respirar aires nuevos, de llegar a la meta, de plantearse nuevos horizontes y de seguir hacia delante con Fe y Esperanza. Es absolutamente gratificante transmitir a nuestras jóvenes generaciones el espíritu del Camino y el espíritu de Santiago de Compostela en su conjunto y todo lo que ello conlleva, siglos y siglos de historia y de tradición.
Se me vienen a la cabeza las muchas imágenes y momentos vividos con mis hijas en la Plaza del Obradoiro contemplando La Catedral a nuestros pies, con ese señorío tan característico y ese aire que se respira que te envuelve de tal manera que no quieres que termine ese momento nunca.
Haciendo Camino al andar. Caminante no hay camino, se hace camino al andar.
ANA DE LA PEÑA FERNÁNDEZ-GARNELO
Directora Global Rull y Asociados Aseosres Globales de Empresa